Introducción
Congregación de Jesucristo, hoy celebramos el don de Dios del liderazgo fiel para su pueblo. Le damos gracias con gozo por los ancianos y los diáconos que han servido bien y que han completado tu término de oficio. Y le alabamos por proveer sus sucesores.
En los oficiales de la iglesia vemos el amor de Cristo para su pueblo. Como Señor de la iglesia, nombra lideres para gobernar en su nombre y promover el bienestar espiritual de su pueblo. Por su Espíritu, equipa a estos líderes para que los creyentes puedan crecer en fe, que desarrollen una vida cristiana disciplinada, que sirvan a otros en amor abnegado, y para que compartan con todos las buenas nuevas de salvación. El apóstol Pablo declara esto tan claramente cuando le escribió a la iglesia “Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros, 12 a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo. 13 De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo” (Efesios 4:11-13). Y Jesús nos enseno el espíritu verdadero de liderazgo cuando dijo, “el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, 27 y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de los demás; 28 así como el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:26-28).
Los ancianos sirven al ejercer la supervisión de la iglesia en nombre de Cristo. El apóstol Pable les dijo a los ancianos en Éfeso, “Tengan cuidado de sí mismos y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como obispos para pastorear la iglesia de Dios, que él adquirió con su propia sangre” (Hechos 20:28). Los ancianos deben proveer para la predicación verdadera de la Palabra, para la instrucción de formación de fe para ambos, jóvenes y adultos, la celebración regular de los sacramentos, y el fiel consejo y disciplina mientras que mantienen en confianza todos los temas que se les han confiado. Y deben fomentar convivio y hospitalidad entre creyentes, asegurando buena orden dentro de la iglesia, y estimulando el testimonio a toda persona.
Diáconos, sirvan al guiar y al equipar a la iglesia a ministrar a sus miembros y al mundo en una amplia diversidad de ministerios, despertando compasión, demostrando misericordia, buscando justicia, y colaborando con el Espíritu de Dios para la transformación de personas y comunidades. En imitación a la misericordia de Cristo, los diáconos nos ensenan a amar a Dios, a nuestros vecinos, y a la creación con acciones generosas de compartimiento, de hospitalidad gozosa, cuidado atento, y con la mayordomía sabia de todos los dones de Dios. Los Diáconos ofrecen una respuesta comprehensiva que respeta la dignidad de toda la gente, obrando para cambiar estructuras y sistemas ventajosas, y buscando oportunidades para abogar. Para ayudar a cumplir con estas tareas, los diáconos deben identificar y desarrollar dones en la iglesia y en la comunidad. Al agregar a todo esto sus palabras de aliento y de esperanza, los diáconos demuestran en el mundo y en obra el cuidado del Señor mismo.
Los diáconos y los ancianos, juntos con sus ministros, son responsable por la administración general de la iglesia.
Estas tareas de los ancianos y los diáconos, llaman a que los creyentes sean ejemplos de Cristo, quienes son maduros en la fe, y quienes ejercen su oficio en oración, paciencia y humildad.
Los Votos
Hoy tenemos la intención de ordenar ancianos y diáconos y de instalarlos para el termino de servicio en esta congregación. Aquellos que han sido nombrados al oficio de anciano son [nombres]. Aquellos que han sido nombrados al oficio de diacono son [nombres].
Para expresar su aceptación a estos oficios, les pedimos que se pongan de pie, y aquí en presencia de Dios y de su iglesia, que contesten las siguientes preguntas:
¿Creen que en el llamado de esta congregación Dios mismo les está llamando a estos santos oficios?
¿Creen que el Antiguo y el Nuevo Testamento son la Palabra de Dios, la única regla infalible de fe y vida?
¿Se suscriben a los estándares doctrinales de esta iglesia, rechazando toda enseñanza que los contradiga?
¿Prometen llevar a cabo el trabajo de su oficio fielmente, en una manera digna de su llamado y en sumisión al gobierno y a la disciplina de la iglesia?
[El ministro oficiante luego le pregunta a cada delegado individualmente]:
[nombre], ¿Cuál es tu respuesta?
[cada delegado responde]: Si, con la ayuda de Dios.
La Ordenación
[El ministro oficiante deberá entonces orar la siguiente o una oración alterna de su preferencia (la imposición de las manos en este momento es opcional)]:
Dios, nuestro Padre celestial, quien los ha llamado a estos oficios sagrados, los guie por su palabra, los equipe con su Espíritu, y de esa manera prospere sus ministerios para que su iglesia aumente y su nombre sea alabado. Amen.
El Cargo
[A los Ancianos]Les doy el cargo, ancianos, como pastores del rebano, de “apegarse a la palabra fiel, según la enseñanza que recibió, de modo que también pueda exhortar a otros con la sana doctrina y refutar a los que se opongan (Tito 1:9). Sean un amigo y un ejemplo como Cristo a los niños. Den una guía clara y gozosa para los jóvenes. En palabra y en ejemplo, soporten al pueblo de Dios en sus dolores y debilidades, y celebren sus gozos con ellos. Mantengan en confianza todos los asuntos delicados que se les han confiado. Alienten a los ancianos a perseverar en las promesas de Dios. Sean consejeros sabios quienes apoya y fortalecen al pastor. Sean compasivos, y al mismo tiempo firmes y consistentes en redargüir y en disciplinar.
Conozcan las escrituras, las cuales son “útiles para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia” (2 Timoteo 3:16). Oren continuamente por la iglesia. Recuerden en todo momento que si verdaderamente dan liderazgo espiritual en el hogar de la fe, que deben ser completamente dominados por su Señor (1 Timoteo 3:2-7).
[A los Diaconos]
Les doy el cargo, diáconos, a inspirar un ministerio fiel de servicio el uno al otro, y a la comunidad en general, y al mundo. Recuérdenos que el Señor requiere “practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6:8). Ensénenos a ser misericordiosos y tomar nuevas oportunidades para alabar a Dios con ofrendas de riqueza, tiempo, y habilidad. Dense cuenta que la benevolencia es una cualidad de nuestra vida en Cristo, y no simplemente un asunto de asistencia económica. Por lo tanto, ministren al rico y al pobre de igual manera, ambos dentro y fuera de la iglesia. Midan nuestras oportunidades para dar servicio, y usar los recursos de la iglesia con discernimiento. Sean compasivos con quienes tienen necesidad y trátenlos con dignidad y respeto; mantengan en confianza todos los asuntos sensitivos que se les han confiado. Alienten con palabras que crean esperanza en el corazón con obras que traen gozo en la vida. Sean críticos proféticos del desperdicio, la injusticia, y del egoísmo en nuestra sociedad, y sean consejeros sensibles para las víctimas de tales males. Dejen que sus vidas sean sobre reproche; vivan como ejemplos de Cristo Jesús; busquen satisfacer los intereses de otros. Y en todos sus ministerios, ayúdenos a participar en el renovamiento de todas las cosas, aun cuando anticipamos su compleción cuando venga el Reino de Dios.
[A la congregación]
Les doy el cargo, pueblo de Dios, de recibir a estos oficiales como el don de Cristo para la iglesia.
Reconozcan en ellos la provisión del Señor para la sana vida congregacional. Levántenlos en honor; tomen su consejo seriamente; respóndanles con obediencia y respeto; acepten su ayuda con agradecimiento. De todo corazón, participen en los ministerios a los cuales les guían. Manténganlos en oración y aliéntenlos con su apoyo, especialmente cuando sientan la carga de su oficio. Reconózcanlos como siervos del señor entre ustedes.
¿Prometen ustedes, congregación, a recibirlos a como ustedes han recibido el cargo?
[La congregación responde en unísono]: Si, con la ayuda de Dios.
Oración
Nuestro Padre misericordioso en el cielo, te damos gracias que has provisto y dotado personas a servir como ancianos y diáconos. A como estos nuevos oficiales asumen sus responsabilidades, llénalos con tu Espíritu, dótalos con tu sabiduría, y dales fortaleza.
Hazlos obreros fructíferos en tu vina. Bajo su guía, que la iglesia crezca en toda gracia espiritual, en fe que es abierta y sin vergüenza, y en el servicio comprometido que promueve tu reino en el mundo. Ayúdales a desempeñar sus obligaciones con entusiasmo y con humildad. En su obra, dales un sentido de maravilla con su raíz en la adoración diaria de ti, su Señor. A través de ellos, que tu nombre sea honrado y que tu iglesia sea servida.
Ayúdanos, tu pueblo, a aceptarlos con alegría, alentarlos siempre, y respetarlos en el nombre de tu precioso Hijo, nuestro Señor, en el nombre del cual oramos. Amen.